domingo, 22 de julio de 2012

Esperando a Franco Vaccarini...Héroes medievales. 4º A

El cantar de los nibelungos
síntesis-Primera parte.
Según cuentan las leyendas Sigfrido, hijo de Sigmund y Siglind, reyes de Neerlandia, era un joven y apuesto príncipe reconocido por sus virtudes guerreras en el mundo de las tribus germánicas y famoso por haber sometido a vasallaje al País de los nibelungos, un reino habitado por extraños enanos que poseían un tesoro de valor incalculable.
Muchas doncellas de la corte de Xanten deseaban casarse con él; pero Sigfrido había escuchado tantas historias acerca de la belleza de una princesa burgundia, la dulce Krimilda, que no podía dejar de pensar en ella.
Los burgundios dominaban las márgenes del río Rin, en el corazón de Alemania. El reino, cuya corte estaba en la ciudad de Worms, estaba formado por los tres hijos varones del fallecido rey Dankar y de la reina Ute: Gunther, Genotn y Giselher. Gunher era el que ejercía el poder por ser el mayor. La doncella Krimilda era su hermana y había rechazado muchos nobles pretendientes porque no deseaba casarse.
Siegfried llega a Worms y allí se enamora de Kriemhild, Krimilda, y pide al rey Gunther permiso para casarse con ella. Éste accede; pero solicita a cambio su alianza para vencer y conquistar a la guerrera Brunhild, Brunilda, la bella reina del norte (Islandia), quien somete a sus pretendientes a diversas pruebas de fuerza y valor con la promesa de casarse con el ganador. Siegfried. Valiéndose de su destreza y de su capa mágica, ayuda a Gunther y juntos derrotan a la virgen del norte, quien se ve obligada a casarse con el rey burgundio, persuadida de haber sido vencida en buena ley. Tiene lugar así una doble ceremonia matrimonial.
Después de la noche de bodas, Gunther le pide a Siegfried que doblegue la resistencia de Brunilda, pues no quiere entregársele; así lo hace aquél, fingiéndose el marido legítimo. Como recuerdo de aquella noche, Siegfried quita a la nueva reina un anillo de oro y le roba el cinturón, los cuales entrega a Krimilda contándole lo sucedido…  Continuará
Neerlandia: países bajos Bélgica, Holanda y Luxemburgo.
País de los nibelungos: Noruega.
Sigfrido: héroe que al someter a los nibelungos arrebató su tesoro y la capa mágica que hace invisible a su portador.
El cantar de los nibelungos amalgama muchas de las leyendas existentes acerca de aquel pueblo, mezcladas con hechos históricos y creencias mitológicas y, por la profundidad de su contenido, complejidad y variedad de motivos, se convirtió en la epopeya nacional alemana, con la misma jerarquía literaria del poema del Mío Cid para España o el cantar de Roldán en Francia.
En este video de History Channel encontrarás la relación historia- leyenda del héroe de El cantar de los nibelungos: Sigfrido.

Evolución del teatro en Occidente - 4º A. Completando ideas


El teatro entendido como arte dramático evolucionó de antiguos ritos griegos; 
el ritual pasó a mito y, 
a través de la "mimesis" (imitación de la realidad) se añadió la palabra surgiendo la tragedia.


El rito griego
Entenderemos el rito griego, entendiendo su religión y el culto de la misma: 

                                 la religión:
               Algunas religiones hablan del Libro revelado (como la Biblia, el Corán, etc.) con un único dios, 
               otras, son las religiones de la Naturaleza
La religión de los griegos, perteneció a esta última. En realidad no se puede hablar de una sola religión griega, pero todas, parten de la creencia que de la Naturaleza surge la gran corriente de la vida universal y sus templos, se abren a toda idea de la Naturaleza revestida de formas divinas. Zeus, dios de las cosas vivientes, Démeter, diosa de la Tierra, etc. . En este sentido politeístas -muchos dioses-, cada culto particular en una ciudad griega obedecía a intereses de la misma (como el caso de la isla griega de Naxos y su dios Dioniso, como veremos más adelante).
                                  el culto público: la gente participaba en el rito
La base de la creencia religiosa griega,
  • esperanza en la protección de los dioses: con oraciones y ofrendas, con votos y sacrificios creían que podían conseguir su protección o evitar sus castigos.
  • los rituales: fueron evolucionando, el griego comenzó a creer que por boca de los sacerdotes o sacerdotisas el dios hablaba y profetizaba, naciendo así los oráculos. Cada templo de un dios tenía el suyo. El oráculo era como un diálogo entre el Cielo y la Tierra, en donde el dios revelaba su voluntad a los hombres a través de los sacerdotes.

                                                                 El ritual pasó a mito
El mito griego
               Dijimos que algunas religiones se dan a conocer a través del Libro revelado. En cambio,
Cuàl es Dionisios, recuerda que es el patrón de la vid-uva
conocemos las creencias religiosas de los griegos a través de poetas como Homero o historiadores como Hesíodo: los mitos griegos.
En estas narraciones se muestran a los dioses como una “raza de superhombres”, con características divinas y humanas, relacionándose entre ellos y con los hombres. En estos relatos se da un cierto orden a las creencias religiosas de los griegos, al unirlos algunas veces en un espacio, el Olimpo.


Uno de los dioses que los griegos adoptaron y adoraron era Dionisios o Dioniso, apareció en Naxos, isla griega. Dionisios era el “patrón” de las viñas (uvas-vino), que eran el principal cultivo de la isla. Como Dios del vino y del placer, lo acompañaban algunos otros dioses fantásticos como centauros, sátiros y ninfas. Se dice que el dios viene de Asia con el nombre de Baco.
Ya instalada su adoración en Grecia es reconocido como el Dios del vino y más tarde del teatro.

Dionisios y el culto dionisíaco
una ceremonia religiosa que imitaba el rito contado por el mito
Dionisios era la divinidad protectora de la vida y símbolo del placer, el dolor, la resurrección. 

En algunas religiones de Grecia Dionisios era tan importante como Zeus, de allí las fiestas en su honor.
Las fiestas se dividían en: Anterias, Las leneas y Las grandes dionisíacas. Todas duraban días, y cada día tenía el nombre de la ceremonia que se realizaba en ella. 
Durante la época de la vendimia (recolección de la uva para luego trabajarla hasta convertirla en vino), en honor del dios se cantaban a coro distintos himnos llamados ditirambos. En los poblados y en las plazas, el público danzaba y 50 coreutas (el coro) hacían rondas alrededor del altar, imitando a centauros y sátiros que lamentaban el sepelio del dios (que moría cada año después de la vendimia), la "mimesis", imitación de la realidad original, religiosa. A esta ceremonia se las llamaba tragedia, porque el coro representaba con sus máscaras de tela al "macho cabrío", es decir el canto del macho cabrío: la unión de los dos vocablos griegos "tragos" y "cantar"
                El público participaba, en forma de cortejo festivo y bullicioso de bebedores, era una fiesta de     la naturaleza que rendía honor a Dionisios y su comitiva, durante la cosecha.

A través de la "mimesis"  
se añadió la palabra surgiendo la tragedia,
 primera expresión de arte dramático en Occidente.


La más importante de las fiestas duraba seis días, Las grandes dionisíacas. Se hizo tan famosa, que fue evolucionado con nuevos elementos en las ceremonias como medio para atraer más pueblos participantes a la ciudad de Atenas, Las Dionisíacas ciudadanas, el orgullo ateniense.
En el siglo VI antes de Cristo un autor/actor, Tespis, es el que introduce un diálogo, en versos, en la representación dramática: un actor intercambiando preguntas o enfrentándose con el corifeo (jefe del coro).  Los temas de la representación consistían preguntas a, o enfrentamientos con, los dioses: sobre algunas cuestiones del destino, sobre los problemas en las cosechas, sobre cuestiones de los ciudadanos de las polis (ciudades). Tespis irá transformando ese diálogo en lo que conocemos hoy como la tragedia griega, género literario.
El tema de la tragedia irá perfeccionándose: acciones erradas de héroes u hombres importantes que los dioses castigan, despertando en el público sentimientos de piedad, de terror ante el castigo ejemplar.
Es en ese momento donde el público irá adoptando otra forma de participación en ese día de las fiestas, es un espectador que siente y expresa emociones ante la representación, comprendiendo las acciones, pero distanciándose de las propias pasiones. Ha dejado el rito 


Hacia el siglo V antes de Cristo, los días más importantes en Las grandes dionisíacas de Atenas eran los dedicados a: el proagón (presentación, y lucha de dos bandos en donde interviene el coro), la procesión, el concurso ditirámbico, las representaciones dramáticas.

En el proagón, los autores de las ya llamadas tragedias presentaban su obras y a sus actores, las que concursarían el día de las representaciones dramáticas, más tarde también incluirían comedias, para terminar las fiestas. También se presentaban a los cantantes y bailarines de los ditirambos, los que también concursaban.


Luego venía la procesión: un grupo de jóvenes sacaba en cortejo la estatua de Dionisios del templo, todos los ciudadanos los acompañaban hasta el altar, en el centro del teatro. Habían caminado pasando por la Acrópolis, luego por el ágora (mercado-plaza), acompañándose con cánticos.


El día de los concursos de las tragedia, cuatro, los actores vestían imponente y coloridamente. La máscara que usaban, que también fue usada en los ritos pero más sencillas, poseía enormes dimensiones para que fuera más visible al público, y para, junto con los coturnos (zancos) guardar la proporción visual del actor. También servían de megáfono aumentando la voz del actor, también le permitía interpretar varios personajes al intercambiarlas en las escenas.
A la tarde el concurso de comedias permitía a los actores satirizar personajes, ciudadanos importantes, situaciones de la ciudad en un verdadero acto democrático.
En ambos casos la orquesta y el coro ocupaban un lugar importante. En el coro todos vestían túnicas negras, su función era anticipar la escena o intermediar en las acciones con sus cantos.



continuará.. con el Teatro en Roma.

Esperando a Franco Vaccarini -3º A

De  Frutas de estación 1
CHICOS ESTE CUENTO SÓLO ESTARÁ EN VACACIONES PARA LEER.
Ven Jarrón, el mago más peligroso del mundo
Provengo de una familia de tres generaciones dedicadas al noble ejercicio de la magia. Mi abuelo, Valerio Carulo, era concocido en su tiempo como el fabuloso Ben Hurón. Mi padre, Atilio Carulo, cuyo nombre artístico era Ben Benfú, y yo, Lito -carulo o el mago Ben Jarrón, seudónimo debido a una triste experiencia con un jarrón chico de dos mil años de antigûedad que mi madre atesoraba, justamente, como un tesoro.
Un día, cuando era un adolescente, cometí la audacia de aplicarme una fórmula de desmaterialización, llevada con tanto éxito que jamás logré que se volviera nuevamente material. Mis intentos inútiles, acicateados por la furia de mi madre, terminaron por hacer reÌr a Ben Hurón, quienes se paseaban por la casa imitando mi aflautada voz de entonces:
-Ven jarrón, oh, ven, o mi madre me romperá el melón.
-Cuendo llegó el día de bautizarme como mago mi madre me dijo:
-Se llamará Ven Jarrrón hasta que aparezca el jarrón chino.
La sugerencia fue aprobada por todos los miembros de la familia y me consolé pensando que el tal jarrón tenía un incalculable valor artístico y que mi nombre, por lo tanto era un verdadero lujo.
Ese tipo de acontecimiento me hicieron una fam de diamante en bruto (más bruto que diamante, opinaba mi madre), con muchas cosas para pulir. La reiteración de estos errores, y el día que incendié el altillo en un truco con fuego, terminaron por convencer a mi abuela que la carrera de magia no era para mí. Cierta tarde, sin querer, escuché que le decía a mi padr:
-Es un mago natural, pero con pocas luces.
A partir de ese momento consideré muy importante la adquisición de juegos de luces de colores para poner en escena, aunque no entendía cuando mi abuela me sugirió dedicarme un tiempo a practicar deportes, a estudiar veterianria o cualquier otra carrera universitaria.
Ni siquiera consideré sus palabras, seguí comprando escenografía para mis espectáculos futuros.
Mi célebre abuelo fundó, en su tiempo, una escuela con muchos seguidores, pero siempre decía que alugnos trucos no debían salir de la familia.
-A vos, querido neto, te voy a enseñar los mejores trucos de magia, pero no aún. Es necesario que aprendas a moderar tu enorme energía. Mientras tanto en tus presentaciones sólo harás una rutina con conejos.
-¿Por qué sólo conejos abuelo? Pregunté fastidiado.
-Por seguridad -dijo.
Y más despacio agregó:
-Aunque lo lamento por los conejos.
Mi primer trabajo como mago fue en la desaparecida -ya sabrán por qué- confiteria La galerita alegre, cuyo dueño era mi padre Ben Benfú y me permitía una presentación semanal. Con conejos, claro.
Esto representaba una gran humillación para mí, pero Ben Hurón y Ben Benfú eran terminantes: temían que me mandara “una de las mías”, así que... conejos.
La presencia local, con malicia, sentenció que un conejo era maravilloso, pero cien conejos era falta de imaginación. Inútil explicarles que Ven Jarrón no hacía más que obedecer un mandato familiar. Yo me esmeraba con las luces, pero eso no parecía importarles.
Dios mío, la gente es insanciable: quieren magos voladores, magos que caminen por el agua, magos que levite, todo por culpa de la televisión, y “sus efectos especiales”. Por dentro, moría de ganas por hacer un gran espectáculo con fuegos, hipnotismo y desaparición de objetos, pero yo había dado mi palabra, sólo conejos.
Cuando mi abuelo ya no estuvo entre nosotros, di por hecho que su promesa había quedado incumplida. Eso creí, hasta hace unas semanas, cuando abrí el viejo baúl que guarda su capa, su chistera y varias carpetas con papeles. ¡Es tan especial el perfume de sus cosas, profundo y fresco! Olor a tiempo, a tarde de verano después de la lluvia... Hurgué un rato entre sus recuerdos y me sorprendió ver en el fondo un libro muy viejo, de tapas marrones y páginas amarillentas.
El libro de las proezas imposibles
Al abrir las primera páginas, me encontré con la letra firme de mi abuelo:
A mi querido nieto Ven Jarrón, para cuando encuentres este libro. Y recuerada que la magia sola no alcanza.
Con cariño. Abuelo Hurón.
Lloré de emoción, por este regalo tan inesperado Pensé que me sería muy útil para levantar el nivel de mis shows en La galerita elegre. Durante los días siguientes me dediqué a estudiar y ensayar los capítulos referidos a los Encantamientos Hpnóticos de Inmovilidad y Escenas con
Fuego. Me había quedado una espina con el fuego, después de aquella prueba en el altillo.
Todo se precipitó, aquél día en que se presentó un público más hostil. Como siempre inicié mi trabajo con el saludo ritual:
-Buenas tardes,
señora y señor
La magia está que arde
y ya comienza el show.
Otra vez, como de costumbre, se reían con ternura y hasta un dejo de asombro del primer conejo salido de la galera, pero al rato, mientras me salían conejos de los bolsillos, el puño, los zaparos, parecían querer otra cosa, algo más. Y yo les ofrecía más y más conejos. Un hombre de traje, comenzó a burlarse con frases altisonantes:
-Eh, Ven Jarrón, si se te escapan los conejos te vas a morir de hambre.
Y los demás se reían. Ja, ja.
Me propuse darle un escarmiento al criticón.
-Buenas noches
señora y señor,
basta de reproches
o me voy.
-¡Y andate! ¿Qué te vas a quedar haciendo? -continuó el burlador.
-No, no me voy. No sin antes ofrecerles el más grande acto de magia que jamás hayan visto.
Se hizo un silencio de misa. Miré fijamente al criticón, hice dos movimientos firmes con mi mano y lo inmovilicé justo cuando abría la boca, seguro para proferir alguna frase ingeniosa contra mí.
Un “ooh” de asombro estalló en la platea. Luego me acerqué y le puse conejos en la cabeza, en el bolsillo del traje, encima de sus rodillas. Mi pequeña venganza estaba consumada.
Decidí desencantarlo al final del show, Así no me molestaba más: quedaba muy bien con la boca abierta y servirái como intimidación para el resto. Me había atacado la veta mala, como decía Ben Hurón.
Seguó con mis conejos, los hice jugar al basquet, al metegol, barrer el peso del escenario, hacer acrobacias diversas. Si alguien del público estaba aburrido se cuidó muy bien de demostrarlo.
-Ahora. sí. Terminé con los conejos. A ver, conejos ¡hasta luego! -hice tres movimientos con mis manos y¡paf!, los conejos corrienron a mi galera y detrás del escenario-. Ahora voy a obsequiarles mi nueva habilidad: el dominio del fuego.
Nuevamente silencio.
Hice precisos círculos en el aire, con mis manos, al tiempo que pronunciaba las palabras de la fórmula:
-¡Fu-fú Egoegoogeoge uf-uf!
Fue increíble. Como si en el aire se escondieran hornallas invisibles que de pronto mis palabras mágicas encendían, pequeñas llamitas brotaban de la misma nada, calientes, quemantes, rojas y azules. Fuego de magia. Fuego de verdad. Un éxtasis de me envolvió. Me sentí un mago poderoso, un elegido. La gente no podía más de la sorpresa: fuego, fuego, fuego.
-¡Fu, fú Egoego Ogeoge uf-uf!
Estaban todos tan admirados que algunos comenzaron a irse de la sala. No soportaban tal demostración de talento.
Repetí la fúrmula varias veces más y el público terminó por desbandarse: uno de los mozos de La galerita alegre gritó:
-¡Está loco! ¡No es un mago, es un demente! Y al instante lo convertí en estatua, con una hipnosis súbita.
Entonces llegó mi padre Ben Benfú, rojo de furia. Antes de que me dijera nada, comprendí que me había excedido: el local estaba incendiándose. Lo primero fue llevar al criticón y al mozo a lugar seguro, porque debido a los nervios no lografa recordar la fórmula para desencantarlos. Lo segundo fue apagar el fuego:
-y para eso hubo que llamr a los bomberos-.
La galerita alegre quedó destruída igual que mi reputación.
Recordé la frase de mi abuelo: la magia sola no alcanza. Y completé yo mismo el resto de la frase: también hace falta sentido común. Por eso, por sentido común y por el ruego de mi padre, preparé estos últimos versitos:
-Buenos Días
la magia no alcanzó.
Me dedico a la poesía
desde hoy.
Me convertí en un poeta aceptable y mi padre, luego de reconstruir La nueva galerita alegre, volvió a cederme el escenario para mis recitales. Ya edité mi primer libro. Se llama Floresde mi jardín, y se lo dediqué a mi madre quien, algo sarcástica, opinó, que de tenerlo, pondrá esas flores en su bendito jarrón.
La magia la practico en secreto, en soledad: estoy seguro de que algún día lograré que el jarrón chino reaparezca. La esperanza es lo último que se pierde, porque lo primero, en mi caso, ha sido el jarrón.